Sé que en algún tiempo cálido nos amamos y que me enseñaste el oficio –así le llamábamos–, pero habría que decir que no me enseñaste la mirada. Esa es mía, toda mía; producto de mis entrañas, de mi sangre, de mis huesos, de mi vida en la casa familiar; de mi madre, que un día se fue para nunca más volver y de mis días como huérfana, cuando mi padre suspiró su último aliento. También es de mis victorias y de mis ideales.

De ti, Manuel, aprendí a medir la luz, a caminar y caminar buscando la imagen perfecta que reflejara lo nuestro; lo nuestro como pueblo y lo mío como mujer. Aprendí a tenerte todos los materiales listos: los químicos en su punto para imprimir y la elección de mis propias historias enmarcadas en encuadres. Tomé cosas de ti como tú de mí. Me pregunto si alguna vez lo aceptaste, si alguna vez lo notaste. ¡Manuel! Sembraste la semilla de la luz y la sombra, y la semilla floreció como un contagio inexorable del que ahora no puedo escapar.

En mi nombre te llevaré siempre ¿sabes lo que eso significa?

Ahora lo veo. Cuando hablan de mí, piensan en ti. Cuando hablan de ti, no hay espacio en sus memorias para mí. No es un juego de víctima, es una razón de realidades y la nuestra en la década de los 30 significaba que llevar tu nombre era lo más acertado; aun cuando ya no había ese amor lo suficientemente fuerte para estar juntos. Me fui de ti para ser yo, para tener mi propio camino; sin embargo, nunca dejé de ser Dolores Martínez Anda: mujer, fotógrafa, madre, huérfana, artista y señora divorciada, que por cierto, era como una peste en aquellos días.

Me pregunto cómo lograban sobrevivir aquellas personas que no soportaban más el hedor mañanero de sus parejas, la palabrería diaria y las decisiones complejas de esposos. Yo no estaba hecha para ser mártir. Yo tenía mi propio destino, un destino que tomé de la raíz y con el que caminé firme y audaz.

Manuel, tomé tu nombre por tradición. Después, como un beneficio, un regalo que sostuve con mi propio trabajo. Manuel, gracias por prestarme un nombre que no era mi nombre y que sin embargo, hice mío.

Mi nombre es Dolores Martínez Anda. Mi nombre es Lola Álvarez Bravo.