No existe otra influencia para mí que la de mi criterio y la de mi conciencia.
Dolores Jiménez y Muro
Profesora, periodista y revolucionaria
Aguascalientes- CDMX
07/06/1848 – 15/10/1925

La antorcha que iluminó la Revolución

🖋 Yelitza Ruíz © (@YelitaRuiz)

¿Quién es esa mujer detrás de Zapata y Villa?, preguntan con interés, pero a la vez con el mayor de los escepticismos las asistentes a la visita literaria guiada “Mujeres y la revolución”*, que se realizó en noviembre de 2018 por el Centro Histórico de la Ciudad de México. Esa mujer que se asoma con desdén en la foto es la estadista y forjadora de las bases ideológicas de la Revolución: Dolores Jiménez y Muro.

Siempre que se piensa en Revolución mexicana los primeros tres personajes que se recuerdan son: Madero, Villa y Zapata. Pero, ¿esta idea tan hegemónicamente masculina será la única? No, no es la única pero sí la que ha sido repetida por la historia de bronce a lo largo de los años. El discurso histórico masculino ha dejado de ser impuesto ante la necesidad de exponer los lados B o las otras versiones de la historia. La persona que nos interesa de esa mítica fotografía que se ha vuelto parte del imaginario colectivo y popular de México es doña Dolores Jiménez y Muro, no solo porque es la única que aparece si no por lo que escribió y la carga simbólica que significaba que una mujer estuviera a un lado de ellos y fuera la verdadera asesora política de Emiliano Zapata. Dolores es originaria de Aguascalientes, nació el 7 junio de 1848, pero radicó gran parte de su vida en San Luis Potosí antes de emigrar a la Ciudad de México.  

“No existe otra influencia para mí que la de mi criterio y la de mi conciencia”, se repetía Dolores frente a cualquier situación que pusiera en tela de juicio su lealtad u honestidad, y esa consigna fue la que abanderó todos los diarios en los cuales colaboró. Desde su juventud apoyó la causa juarista, la resistencia a la invasión francesa y el Imperio de Maximiliano. Antes de alistarse formalmente a las filas de la Revolución participó y dirigió las publicaciones La Esmeralda, La Sombra de Zaragoza, Revista Potosina, y Diario del Hogar. Sus primeras colaboraciones políticas se dieron al adherirse al grupo Socialismo Mexicano, gran preámbulo al año de los estallidos 1910, ya que durante este periodo se unió a las filas del maderismo.

El estallido de la Revolución mexicana fue el contexto más representativo para la visibilidad del trabajo de las mujeres. Al margen de la imagen simbólica que construyeron de la Adelita, estuvieron presentes varias mujeres desde muchas vertientes, su contribución política, literaria y periodística, puso en la mira que el silencio ya no era una opción. Dentro de las movilizaciones que se dieron por todo el país, el surgimiento de los clubes liberales fue la punta de lanza para que se aglutinaran en el movimiento, una de las exigencias de estos clubes era la injerencia de las mujeres como sujetas de derechos civiles y políticos. En esa tesitura surgió el Club liberal Ponciano Arriaga, y la Junta Organizadora del Partido Liberal mexicano.

En estos grupos estaban incluidas obreras, maestras, campesinas, escritoras y periodistas. Su principal pugna era la igualdad en cuanto a salarios, educación para mujeres y licencias de maternidad. En esos espacios de lucha se vislumbró la voz y el rostro de Dolores Jiménez y Muro. Dolores fue parte de las filas del Partido Liberal Mexicano, donde apoyó en la redacción del Programa y Manifiesto a lado de los hermanos Flores Magón, Práxedis Guerrero, Antonio Díaz Soto y Gama, entre otros, este programa contempló los derechos sociales que posteriormente el constituyente de 1917 estableció en la Constitución en sus artículos 3, 27 y 123.

Cuando empezó a gestarse de forma pública la disidencia en contra del gobierno de Porfirio Díaz, Dolores comenzó a editar el periódico La Mujer Mexicana, dirigió el periódico La Voz de Juárez, y presidió el Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, en el cual organizó la protesta después del fraude porfirista apoyada de la consigna: “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.

Durante su participación en el Partido Liberal Mexicano colaboró con la edición y redacción del Diario Regeneración, a lado de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Sara Estela Ramírez, María Talavera y Elisa Acuña y Rosetti. En esta etapa se forjó el carácter y el temple literario de Dolores; por un lado por la persecución de la que fue blanco por su cercanía con el grupo anarquista y por otro por la cantidad de memorias que ya tenía para compartir. Ahí se presume, se condensa su madurez política y literaria.

Su pluma sobresalió en muchos sentidos, no solo como poeta y ensayista, también como analista política, esto desató el interés de Emiliano Zapata para invitarla a colaborar en las filas del zapatismo. Previo a que se incorporara a la lucha zapatista, en 1911 participó en la redacción del Plan Político y Social proclamado en Tacubaya, el cual exigía la devolución de tierras a los campesinos y un aumento salarial, entre otros puntos, lo anterior la llevó a ser encarcelada por el gobierno de Francisco León de la Barra. Durante ese tiempo en prisión escribió: “Desde entonces comprendí que la revolución actual no estaba lejos, porque ideas germinaban por todas partes. Poco después vine a México, donde vi que millares de ciudadanos iban a inscribirse en los clubs políticos, de donde debería surgir la revolución, como fue”.

Después de que fue liberada se incorporó a las fuerzas zapatistas y elaboró el prólogo del Plan de Ayala, para muchas historiadoras la redacción completa se debe a ella, por su estilo y argumentación. Dolores se incorporó al ejército zapatista y participó en campañas en las cuales promovió la expropiación y reparto de las tierras y los recursos naturales entre los campesinos, solicitó la libertad inmediata de los presos políticos y la desmilitarización de las zonas por el ejército nacional. Su labor como docente y oradora dentro de las filas zapatistas le valió ser llamada la Antorcha de la Revolución, nombre que la persiguió toda su vida, incluso después de la muerte, a pesar de haber sido nombrada Coronela del Ejército Libertador del Sur por órdenes de Emiliano Zapata.

El lugar de Dolores Jiménez y Muro en la foto de Villa y Zapata en la silla presidencial no es una casualidad, ya que a lo largo de los años su trabajo le había forjado un lugar igual o con mayor alcance que la de los caudillos revolucionarios, sin embargo, el hecho de ser mujer en esa época invisibilizó el aporte en su tiempo. Dolores fue la estadista del Ejército Libertador del Sur, la mujer que entró a la Ciudad de México en 1914 con los ejércitos revolucionarios que representaban el norte y el sur de una revuelta a la que no se le veía fin, pero a la que ella daba forma desde su pluma en cada manifiesto, en cada plan, y en cada poema que retumbaba en las hojas sueltas de la Revolución.

Su rostro rompe el estereotipo de las Adelitas, después de la Revolución su trabajo siguió desde la Secretaría de Educación donde en 1917 impulsó la primeras misiones culturales y la primera campaña de alfabetización, mucho antes que José Vasconcelos, ese precedente la consolidó como la maestra de la Revolución. La poesía de Dolores también condensa los años de lucha al servicio no de la revolución que estaban haciendo los hombres, sino de las exigencias que pugnaban las mujeres que a su lado resistían una guerra civil de la que ellas eran participes. Aún cuando no existe una aproximación a la cantidad de obra literaria que escribió Dolores, la mayoría prevalece como poemas sueltos en los distintos diarios en los que colaboró.

Murió el 15 de octubre de 1925, en la Ciudad de México, sin embargo, para nosotras no está muerta, es Dolores la metáfora de que toda revuelta tiene sustento en el pensamiento y la intuición de una mujer que no vendió su conocimiento al mejor postor, es el recordatorio de lo que significa vivir y envejecer con dignidad; de no poner las consignas en las manos del opresor y defender una causa desde el cuerpo y la voz de las mujeres. La historia de la Revolución mexicana jamás estará completa sin la historia personal de Dolores Jiménez y Muro, una mujer que abarcó todos los oficios que están al alcance de la palabra.  

Este relato es producto de la investigación e imaginación de la autora.
Dolores Jiménez y Muro
  • Su pluma sobresalió como poeta, ensayista y analista política, esto desató el interés de Emiliano Zapata para invitarla a colaborar en las filas del zapatismo.
  • Se incorporó a las fuerzas zapatistas y elaboró el prólogo del Plan de Ayala, para muchas historiadoras la redacción completa se debe a ella, por su estilo y argumentación.
  • Su labor como docente y oradora dentro de las filas zapatistas le valió ser llamada la Antorcha de la Revolución.
  • En 1917, desde la Secretaría de Educación impulsó las primeras misiones culturales y la primera campaña de alfabetización, mucho antes que José Vasconcelos, ese precedente la consolidó como la maestra de la Revolución.

Bibliografía

*La visita literaria Mujeres y revolución es parte del programa de Visitas literarias que organiza la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL.
Varios Autores, Mujeres protagonistas de nuestra historia, INEHRM-INAH, 2018.
Varios Autores, Las mujeres en la Revolución Mexicana, 1884-1920, Ed. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana e Instituto de Investigaciones Legislativas de la H. Cámara de Diputados, CDMX, 1992.
Archivo Ricardo Flores Magón. Sitio web: http://archivomagon.net/
Archivo Digital Casa del Hijo del Ahuizote.

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