En la memoria hay un jardín iluminado por el sol, radiante de pájaros, poblado de carreras, y de gritos.

Elena Garro

Escritora
Puebla – Morelos
11/12/1916 – 22/08/1998

Escribir para regresar a casa

🖋 Liliana Pedroza © (@Liliana_Pedroza)

Soy Elena Delfina Garro Navarro, mis padres son José Antonio Garro y Esperanza Navarro y soy la tercera de cinco hermanos: Sofía, Devaki, Estrellita y Albano. Mi padre es español y mi madre mexicana, de ambos provino ese mixturado cultural que asoma en mi escritura. Nací en Puebla en 1916 pero mis primeros años los pasé en Iguala, Guerrero, en una casa con un gran patio lleno de plantas que crecían salvajes y sin orden como yo y que recordaré como el paraíso de mi infancia. Algunas de mis obras de teatro, cuentos y mi novela Los recuerdos del porvenir son un homenaje a ese tiempo en el que fui feliz. Ya en la adolescencia continué mis estudios en el Distrito Federal y entré a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde además fui bailarina y coreógrafa bajo la dirección de Julio Bracho, Xavier Villaurrutia y Rodolfo Usigli, y trabajé con Best Maugard en la realización del cortometraje Humanidad. Mi matrimonio con Octavio Paz en 1937 truncó mis estudios y mi carrera en el teatro. Octavio me prohibió volver a la facultad, entonces me dediqué al periodismo para ganar dinero. Ese mismo año en el que nos casamos viajamos a la España convulsa por la Guerra civil al II Encuentro de Intelectuales Antifascistas. Allí conocí a muchos escritores latinoamericanos y a españoles republicanos que luego, a través de un largo y doloroso exilio, se diseminarían por el continente americano.

Mi vida está marcada por las mudanzas. En una libreta tengo escritos los lugares en los que he vivido entre casas, departamentos, hoteles y refugios, en total he sumado 86 mudanzas. En los años 40, Octavio y yo, con nuestra pequeña hija Elena Laura, vivimos en varias ciudades de Estados Unidos y a finales de los 40 y principios de los 50 en París y Japón cuando él ingresó en la diplomacia mexicana, primero como segundo secretario y mucho después, ya sin nosotras en la India, como embajador. A finales de los 50 escribí piezas dramatúrgicas como una forma de volver a mi primera pasión. Mi teatro es breve, con juegos temporales, onírico. Siempre presumí de escribir cada una de mis obras en una sola tarde. Mis temas son la nostalgia de la infancia, el anhelo de la libertad, la fuga a través de la imaginación, la muerte. Entre los años de París y Japón escribí Los recuerdos del porvenir. Fue publicada en 1963 y ganó el Premio Xavier Villaurrutia. Ni siquiera pensaba en publicarla; una tarde, aburrida, lancé mi manuscrito a la chimenea encendida y se hubiera perdido de no ser por mi hija que lo rescató y me obligó a reescribir las hojas lastimadas por el fuego. Así surgió mi primera novela. Después escribí cuentos que reuní en un libro que llamé La semana de colores y me dediqué por un tiempo a escribir guiones de cine. Ya en México, adapté la novela española El niño de la bola de José Antonio Alarcón para una película que se llamó Historia de un gran amor, que protagonizó Jorge Negrete y Gloria Marín. Escribí junto con Josefina Vicens y mi gran amigo, Juan de la Cabada, Las señoritas Vivanco en la que actuaron Sara García y Ana Luisa Pelufo, fue un éxito de taquilla.

Siempre fui curiosa e impertinente. Detesto las injusticias contra los más débiles. Por eso a finales de los 50 defendí las causas de los campesinos en Morelos cuando, a través del gobierno, un banquero iba a quitarles sus tierras para construir sus casas de verano. Ganamos algunas batallas pero también algunos líderes campesinos fueron asesinados en la lucha. Me convertí en una persona incómoda para el gobierno. Por eso y porque era amiga de Carlos Madrazo, un político disidente del PRI, el partido del régimen, me señalaron como una de las responsables del movimiento estudiantil de 1968 en el que el gobierno asesinó a cientos de jóvenes. Durante los siguientes años me escondí en hoteles y en un convento de monjas. Finalmente, en 1971 emprendí el viaje que sería el inicio de un exilio que duraría más de dos décadas. Viví en Estados Unidos, España y Francia. Para ello tuve que vender todo lo que tenía: mis joyas, mi ropa, mis muebles. Algunos amigos me tendieron una mano, muchos otros me dieron la espalda. No me sorprendió, nadie quiere estar cerca de una apestada. En Madrid, con la caída de la dictadura, volví a encontrarme con mis amigos republicanos quienes, al regreso de su propio exilio, me ayudaron en esa vuelta siniestra de la vida. Enrique Tierno Galván, siendo alcalde en la transición a la democracia, me otorgó la nacionalidad española que me correspondía por mi familia paterna. Durante esos años oscuros leí y escribí sin descanso pero no fui vuelta a publicar en México hasta mucho tiempo después. En los 80 y 90 salió a luz Andamos huyendo Lola, Testimonios sobre Mariana, Reencuentro de personajes, Inés, La casa junto al río, Un traje rojo para un duelo, Un corazón en un bote de basura y otras novelas. En 1993 un grupo de la comunidad teatral me regresó del exilio y, ya en México, me hicieron homenajes y volvieron a representar mis obras, pero yo ya era una anciana y todo lo que yo había conocido ya no estaba. Morí en Cuernavaca en 1998, allí viví mis últimos años acompañada de mi hija Elena, mi familia más cercana y una veintena de gatos. En una ceremonia discreta fueron depositados mis restos en el cementerio Jardines de la Paz donde yace también mi memoria y “la memoria que de mí se tenga”.

Este relato es producto de la investigación e imaginación de la autora.

Elena Garro

  • Estudió en la UNAM donde además fue bailarina y coreógrafa bajo la dirección de Julio Bracho, Xavier Villaurrutia y Rodolfo Usigli.
  • En 1937, su matrimonio con Octavio Paz truncó su estudios y carrera en el teatro (él le prohibió volver a la facultad), lo que la llevó a dedicarse al periodismo para ganar dinero.
  • Su vida estuvo marcada por las mudanzas. En una libreta en la que anotó los lugares en los que había vivido, entre casas, departamentos, hoteles y refugios, sumó 86.
  • Su novela Los recuerdos del porvenir fue publicada en 1963 y ganó el Premio Xavier Villaurrutia. No pensaba publicarla y lanzó el manuscrito a la chimenea, de donde su hija lo rescató y la obligó a reescribir las hojas dañadas por el fuego.

Bibliografía

Cabrera, R. (2017). Debo olvidar que existí. Retrato inédito de Elena Garro. México: Debate.
Cordero, J. A. (2001). La cuarta casa, un retrato de Elena Garro. Sitio web: https://www.youtube.com/watch?v=PW9zOHJCK7c
Garro, E. (1963). Los recuerdos del Porvenir. México DF: Joaquín Mortiz.
Pedroza, L. (2007). Andamos huyendo, Elena. México: Tierra Adentro.
Pedroza, L. “Debo olvidar que existí: Elena Garro, los intelectuales y el 68”. Hoja crítica. Seminario de Estudios de Narrativa Latinoamericana Contemporánea. Octubre, 2018. Sitio web: http://bit.ly/30wfYqf
Pedroza, Liliana (coord.). “Elena Garro: La vida empieza a los cien” (dossier homenaje a Elena Garro), revista Tierra Adentro, Núm. 219, nov.-dic. 2016. Sitio web: http://bit.ly/2w6nvOf

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