Mujeres en el arte
“Esto es lo único”. Vaya felicidad que sentí cuando el director de la Academia de San Carlos, Diego Rivera, miró mi pintura firmada como M. Izquierdo y exclamó con fuerza estas palabras, refiriéndose a mi obra como la única que valía la pena de entre todo el grupo.
Frida viene del germano "paz", pero esto no pudo amainar las cascadas vertiginosas que supusieron mi vida.
Me parece muy difícil hablar de mí, el hablar de mí es muy severo porque soy mucho mejor de lo que parezco. Me han pedido que comience este relato a partir del momento más difícil o trágico de mi vida, lo cual no me encanta porque cada dificultad la convertí en una oportunidad que, sin duda alguna, siempre culminó en un rotundo éxito, pero bueno, lo intentaré, a ustedes me debo.
Sé que en algún tiempo cálido nos amamos y que me enseñaste el oficio –así le llamábamos–, pero habría que decir que no me enseñaste la mirada. Esa es mía, toda mía; producto de mis entrañas, de mi sangre, de mis huesos, de mi vida en la casa familiar; de mi madre, que un día se fue para nunca más volver y de mis días como huérfana, cuando mi padre suspiró su último aliento. También es de mis victorias y de mis ideales.
Casi me pierdo el alba del convulso siglo XX, pues nací un 7 de noviembre de 1900 en Villa Ocampo, Durango. Ahí viví mis primeros años para después irme junto con mi familia a Parral, Chihuahua. Mi adolescencia transcurrió en medio de la Revolución Mexicana, fui testigo de cómo el norte era territorio disputado por los diferentes bandos que luchaban por el poder. Pero también fui testigo de cómo el pueblo fue partícipe de la sublevación. La guerra sacude y para quienes le sobreviven, deja herida la memoria.
Una gran eclosión ocurrió en el ex convento de la Merced hace casi 100 años. En ese lugar sagrado, el espíritu de Carmen Mondragón se sublimó para dar lugar al cosmos infinito e irreductible que fue Nahui Olin, la mujer de “el cuarto movimiento del sol”, como significa su nombre.
María de los Ángeles Estrella del Carmen Bofill Ferrer: la Reina de la Opereta, Emperatriz de la Gracia e Hija Predilecta de México, mejor conocida como Esperanza Iris, nació en la Villahermosa de San Juan Bautista en Tabasco en 1884, en aquellos tiempos modosos en los que lo último que se podía esperar de una niña de buena cuna es que se convirtiera ¡en artista!
¡Es una niña! Apenas recibieron la noticia de mi nacimiento y mis padres ya sabían cuál sería mi suerte: el celibato, si no encontraban el marido adecuado para mi. Mientras tanto crecería enclaustrada en casa, aprendiendo arte.