Siempre estuve convencida de que si la mujer tiene iguales obligaciones que el hombre, tiene y debe tener los mismos derechos políticos, sociales y sexuales. Abanderé esta causa a lo largo de mi vida revolucionaria, en la primera mitad del siglo XX, aunque provocara estupor en elites conservadoras e incluso condena de otras compañeras de lucha.